Se vistió con su vestido de nostalgia. Ese transparente en donde se podía apreciar su tristeza.
Caminó hacia la playa. Al llegar se descalzó.
Quería sentir la arena tibia bajo sus pies cansados.
El viento movía su larga cabellera y jugaba con su vestimenta.
Se dejó llevar por sus sentimientos y no pudo evitar un torrente de lágrimas. Brotaron espontáneas mientras oteaba al horizonte.
Una gaviota solitaria volaba majestuosa. Se dejaba llevar por las corrientes de aire, subiendo y bajando con elegancia sin igual. Se sintió tan identificada con aquella hermosa ave, que se le escapó un profundo suspiro.Las olas borraban sus huellas al caminar y la besaban con ternura.
Extendió sus brazos queriendo abrazar todo aquel paisaje. Cerró sus ojos y solo respiró mientras se desahogaba en llanto.
Despojóse de todo lo que la cubría y entró en aquel mar solitario. Sintió que la abrazaba dulcemente y se abandonó a él. Ese mar que era su amigo, su confidente, su consuelo. Nadó y nadó tratando de ahogar un grito profundo. El grito profundo del desamor. Exhausta y sin aliento regresó y se extendió en la orilla. El sol cubrió su desnudez y entibió su blanca piel. Sintióse una con la natura, con todo aquello que le rodeaba.
Sabía que todo este dolor pasaría. No estaba segura cuando, mas pasaría. La haría más fuerte y no perdería su esperanza, su fe en el amor. Ese amor verdadero que ahora parecía lejano, casi imposible de alcanzar. Solo tenía que tener paciencia y desahogar su pena.
Llora, gaviota solitaria.
Sufre, alma sensible y amante.
Grita tu dolor sin ahogarte en el silencio.
Quien tu corazón ha roto pagará por tan profunda herida.