Huyendo por instinto los pájaros volaron lejos
en la inmensidad de un cielo amaneciendo,
tiñado por colores pastel heraldos
de una majestuosa bola de fuego naciente,
un regalo vivificante de munificencia
para la humanidad
Khalid se despertó de su corto sueño
al escuchar lloriqueos constantes de sus
hermanos menores, supervivientes
en una casa dañado por la metralla,
su cobija andrajosa y sucia su único escudo
contra el frío de la noche
El más jóven ha mojado de nuevo su cama,
secuela de los años de miedo y trauma,
su mente cual un fusible fundido,
el gemido de duelo por la sangre derramada,
un jaque mate glorificado
un juego de pesadilla
Khalid había soñado con su libro de Camelot,
donde caballeros de honor rescataban doncellas
de las garras de ogros malvados,
y del valiente Parcifal quién con tenacidad
buscaba por muchos años en todo el reino
por un reliquia de su fé
Con su inocencia Khalid se pregunta,
quién con caballerosidad en este mundo
busca hoy en día la solución a terminar
una vez por siempre esta vida de terror;
contrariamente a la tragedia mítica de Camelot,
la suerte de Khalid sigue siendo una realidad
David Arthur
La foto de la red