Quédate con aquella que te reviva,
Con aquella que sea tu guía,
Quédate con aquella que se merezca
Brincar alarde a los mediodías
Del interminable invierno que reza
Tu ávida mente dolida
Por tantos amores perdidos
En un pasado que se ha destruido
Por los segundos
Y las constelaciones.
Quédate con aquella que no sonríe
Gratuita y fácilmente,
Sino con aquella que cuando te mire
La mirada sin pena le brille,
Sus mejillas y labios se contraigan
Y el corazón sin pensar se acelere
Para correr directamente a tus brazos
Y saborear tu calor resguardado
Entre miles de experiencias engreídas,
Papeles con letras corroídas
Y café por las tardes en caída
Terminal.
Quédate con aquella que no tema amar a un escriba,
Que la mente jamás le abandone,
Que asegure conocer la vida
Y que te haga vivir sonriente
Al saber que no hay camino que ate
Al transeúnte que por gusto alude
A la compañía sempiterna de su arte,
Resaltada por la luna y las nubes
Que deambulan como perdidas por el cielo
En la búsqueda de un cariño sincero
O un bondadoso
“Te quiero.” Quédate con ella,
¡Con ella, redundante mujer tan bella!
Que no te obliga a cartas escribirle,
Ni tampoco la felicidad concebirle,
Sino que te invade el corazón por las noches
Y te divierte con un empedernido fantoche
De tus males vivamente pisoteados
Y demonios despiadadamente asesinados
En la penumbra.
Quédate con ella,
La proveniente de una carta vacía,
Que con sonreír te hace la vida bella
Y silenciosa escribe tus poesías,
Conduciendo tus dedos y el lapicero
A un natural y ameno sosiego,
Adonde este mundo no existe,
Lugar donde ella se viste,
Y tú le miras
Sonreír
En medio de un llanto.
Y ahora que se queda
Prométele a los dioses
Que no todos los días llueva,
Y que puedan escuchar tus voces
Clamando que la quieres
Y que eso nunca
Va
A cambiar.