De aquel amor que un día
de inmaculado nacimiento,
que entre rosas sin espinas
creció sin sufrimiento…
se esfumó en el hastío
de un frío y cruel invierno.
El tiempo ha profanado
de los pliegues de mis manos
el candor de mil caricias,
que al orillo de su alma
con amor había sembrado.
Ya nada queda del pasado,
ni la miel de aquellos besos
que con lágrimas de luna
arrebataba de mis labios
con azul primor bizarro.
Hoy, entre el humo de un cigarro
me invade este recuerdo,
y mi piel se estremece
en la quimera de mis días.
Jorge Aimar Francese Hardaick
Escritor y Poeta - Argentina
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