En la madrugada despertó
con un dolor imposible
la esposa del ruiseñor,
ruiseñor,
muy trabajador
de gran afecto visible.
Dolor de parto dijo que tenía
pero no podía poner,
mentira,
era lo que traía
desilución, lo que cargaba
falacias en el nido musitadas.
“No confíes en lo que no ves”
le aconsejó una ardilla al pasar,
sabiduría,
aquella imposible visita
que todos queremos hospedar;
vuelto a su esposa descubrió
el falso embarazo
y sus alegres ojos,
con odio entornó.
En tres aleteos dejó el nido
y en el bosque se dice que
la verdad encontró,
dura,
cruel y seca
pero sus ojos, el ruiseñor abrió.