Me persigue el dolor de estómago,
me tiritan los brazos y se entumecen mis manos
se pasan los minutos de treinta en treinta,
me revuelco detrás de un rostro
sintiendo las náuseas atascadas
en el borde de una garganta seca.
Se esfuman los suspiros agitados
que si antes fueron para aliviar,
hoy son brazadas a metros de la orilla
luchando a flote.
¿Qué tanto habré cavado?
que ya no siento frío,
¿Cuánto abre volado?
que por hoy no siento el pecho.
Habré tirado dos o tres rehabilitaciones
por quemar la desesperanza
en cuanta habitación rayé el techo.
Voy exhausto, me arden las piernas
>>Así será la carrera<<
un viaje sin destino marcado
pero no me alcanzará!
Porque corre en mi barro
y yo tengo la costumbre
de una batalla hecha de consecuencias,
un campo fertilizado con hambre.
No me sirvió un trote presuntuoso
así que rompí en escape,
sobró el consumo y lo falto todo…
Paré… y llegó el insomnio.
Respiré… ahí la amenaza,
y al exhalar el miedo
estaba solo… estaba en confianza.