Me sorprendía pasando horas y horas con el río
en descocidas aguas.
Me enfundaba en los caminos reales, intransitados,
abrazados por el verde follaje y por el canto ambiental de las aves.
Sobre la arena del río se posaban mariposas multicolores.
También me encontraba caminando por las cuchillas de las montañas
sin querer volar, porque mis pasos se gozaban con mi bordón, la mirada extensa.
Y sentía los abrazos del sol en sus diferentes matices,
hasta que me encontraba con el crepúsculo y luego,
la noche con ese fuerte olor a follaje, enamorado de sonidos circunstanciales.
Algunas veces, la luna se amaba con el camino y yo caminaba mi propia sombra.