Susurraba nuestra piel
al contacto
en el ocaso de nuestras intersecciones:
\"nada más la del estribo\"
pues sabíamos que la imposibilidad
de un nuevo encuentro
era irrefutable
el oleaje de este oceáno
emparentó con el impetú
una vez más el universo
nos restregó
que en la cúspide de todas las proezas
germina la inflexión
con destino a la caída libre.