Hay golondrinas que no vuelven como todas a anidar.
Otras moradas desviaron su vuelo.
Se iluminó el derrotero, los cielos se acercaron y fueron
más altas las alturas.
El instinto de almas de seres en quebranto llevó a intuir
el descanso deseado.
Se tocan las palabras y se miran, ardores palpables que se buscan
para encontrar el beso.
Pero nada se apresura, mientras los ojos se atraen y todo
se dilata sugestivamente.
Se suavizan los cuerpos y se incendian las almas
al saberse enamoradas.
Si esa golondrina no volvió a anidar, encontró otro nido cercano
de especial y privativo amparo.
De mi libro “De trazos del borrador”. 2017 ISBN 978-987-4004-51-2