Dos mundos en colisión.
En un universo donde las formas se pierden.
Donde los puntos finales no existen.
***
Caminas por este vergel
repleto de flores finitas.
Pétalos se derraman,
se marchitan.
Del suicidio de la flor,
florecen las mujeres:
amorosas, crueles, vírgenes.
Tomar su tallo es dolor.
Besarlas un reinicio a la razón.
Cortarlas es amor.
Gozar su cuello es pasión.
***
Jardín donde renacen las mujeres,
allí recurre el hombre a implorar un beso,
un beso con sabor a muerto,
con sabor a vida.
Allí comienza siendo efímera.
El amor, la mujer, la flor marchita
constelación de fuerzas infinitas.
Caen directas al corazón del hombre,
hombre enamorado del dolor,
del querer morir en un instante
por las pupilas florecidas de la mujer.
***
En ese sollozo urgido de comprensión,
aparecen lágrimas desconsoladas
por la marcha en otro jardín de soledad.
Aquí las flores no existen,
la mujer es un misterio perdido,
una transformación de la verdad.
Sonrisas vacías trazadas en una belleza falsa,
semejantes a la divinidad de la mujer.
El hombre se confundido se pierde
en ese laberinto de mentiras, de placeres vanos.
En este jardín no se llega a la muerte,
la eternidad es triste.
En la ausencia de una mujer real
se carcome el alma, el ser y el fin.