Me encontraba dispuesta a abrir la puerta, cuando irrumpió ese perfume.
Entonces se abrió un portal.
Me inmovilicé por fuera, mientras dentro mío la sangre corría desesperadamente en mis venas, se silenciaron mis oídos y mis pies necesitaron contraerse para reconocer que aún seguía pisando el suelo, para no perder el equilibrio.
Sintió mi piel las caricias ásperas de la alfombra y el polvo, mi pelo enredadamete libre, y ese olor. Ese olor fundido con la música que por instantes desdoblaba el ser del cuerpo. El cuerpo, deshabitado de razón, habitado por un sinsentido de experiencias que pocas veces sentí tan reales, mientras que el ser paseaba explorando otras dimensiones, tan desconocidas como propias.
Y aquel otro tan otro. Tan yo. Tan nosotros.