Paseando encontré una rosa,
escarchada por el frío y por la lluvia,
abandonada, marchitádose sola.
¿Qué hacía ahí la rosa, helándose de melancolía
en aquella noche de febrero?
Necesitaba una mano que la regara de vida...
Necesitaba poder ayudar a bajar el cielo,
desatando a los corazones encantados,
coloreando un poco las sombras grises del suelo.
Y, qué mejor, amiga, ¿qué mejor mano
que la tuya, tan artística
que llenaría de luz todos sus pétalos?