Saúl Rancaño

Crónica en poesía: inmortalización de un ave.

El cielo despejado

bajo un sol abrasador.

 

Las carnes moviéndose por la calle

llegando tarde a algún sitio

tiraban su mirada sobre ti con desprecio.

 

Entonces nos encontramos

a la mitad de ese tránsito salvaje

quise pensar que nos miramos

quise continuar con mi viaje.

 

Tus ojos no me devolvieron ese brillo

no pude descifrar el mensaje

curioso es, que la muerte tiene su lenguaje

otra vida ya se alimentaba de tus ojos, amarillos.

 

No emitiste sonido alguno

pero dijiste \"tómame\" y te tomé

pude sentir el asco de las carnes, de todos ellos y ninguno

\"que les jodan\" me dije y avancé.

 

Discurría por la calle triste

el sol no mostraba clemencia

tu muerte, aún fresca

tu belleza, de esas que no existen.

 

Quizá me invadió la demencia

no podía soportarlo

esa belleza imposible, perdida

en este lugar, lleno de carencias.

 

Llegamos al jardín y lo supe y lo supiste

que mejor trato en mis manos de artesano

hacer de ti esta pieza, de lo que fuiste

y ofrecerte sepulcro, hermano.

 

Vuela alto, vuela y no vuelvas

déjalo en mis manos, 

que tu canto y tu plumaje 

queden así inmortalizados.