Dime que solo fue un sueño.
Dime que nunca dijiste lo que dijiste.
Que mis manos no asían tus caderas
mientras gritabas mi nombre
con cada embestida.
Que no suplicabas mi semen
para calmar tu locura.
Que no libé la miel de tus senos
ni mordí la fruta prohibida de tu cuello.
Dime que tus garras no arañaron mi espalda.
Que tu pelo no era fusta
azotándome el pecho.
Dime que no lloramos de alegría
al caer rendidos en el lecho.
Que la niebla no era sudor
que la noche no quemaba en nuestro aliento.
Madre, ¡Dímelo!
¡Dime que solo fue un sueño!