¿Recuerdas las noches en la que nos despertábamos sedientos el uno por el otro? ¿En las que con frenesí nos entregábamos? ¿Cuándo nuestras pieles se hacían una y nuestros gemidos inundaban toda la habitación? ¿Recuerdas cuando una vez me dijiste que querías probar todas las cosas perversas conmigo? ¿Que me ibas a mostrar a darme placer a mí misma? Vaya que si lo disfrute. Me volviste una adicta a esos pensamientos perversos. Tanto, que llego un momento en la que era yo quien te levantaba sedienta de placer. Era yo la que buscaba las esposas cuando quería jugar. Yo abría las piernas y te miraba con sonrisa pícara. Me mostrarte como buscar placer por mí misma y mostrarte cada punto íntimo y sensible de mi cuerpo. Me enseñaste tanto el arte del sexo, que llego un momento en el que alumno supero al maestro.
Por tu culpa me volví puta. Una puta exigente, y cuando viste que tu experimento te había superado corriste a los brazos de otra dejándome anhelante de tu cuerpo. Tal vez por eso me volví indecente y fría. Quizás por eso mi corazón se cerró. Por tu culpa me convertí en esto que hoy soy. Visitando bares y compartiendo con otras pieles lo que la tuya me enseño.