Anochece
en mi garganta decanta el vino
que ayuda en el olvido
de una tierra que no me pertenece
una urbe cansada
que aun dormita
unas manos casi vacías
una tormenta enredada como alga en mi cobija
Camino entre añejados cipreses
distancias divididas por los presagios
sin pensar en sus incongruencias
Persigo la vida…
ríndome ante forasteras hormigas
que invaden hambrientas mi cocina
Como la pluma suspendida de un cóndor
vago entre desiertos sepulcros de mármol
y abismos infinitos
Desafíos futuros, solitarias brisas
que no caben en las alas de un colibrí
ni en el llanto de una pálida golondrina
Transgredo el destino y sus misterios
a raudales, entre ruinas de estrafalarios erotismos
Pertenezco a una legión de idealistas
que entre maleables espejos
armonizan sus sueños
en los acordes de mil cítaras
sin cuerdas, ni vocales, ni adverbios
solo en el azul eco del invierno.