Ofelio

RIMALGIA VII

Se cruzaron sus miradas
una tarde de septiembre;
él nunca buscaba nada,
pero el azar de repente

se puso de entrometido
y le obsequió la fortuna
de encontrarse muy perdido
en sus ojos luz de luna.

Con sus labios carmín rojo
ella nerviosa sonrió,
el chico con un sonrojo,
sin evitar, se prendó.

con su voz a flor de piel
un quebrado \"hola\", le dijo;
y ella, en sus ojos de miel,
denotaba regocijo.

Fueron dos desconocidos
con la sensación extraña
como de haber convivido
en una vida lejana.

Compartieron avatares
y nacieron ilusiones,
se contaron sus pesares,
renovaron emociones.

Y de sus almas prendadas
fueron testigos los cines;
y de su carne encarnada,
la cama con dos cojines.

La manzana de su historia,
su pecado original
cuando tocaban la gloria
en las orillas del mar.

Porque también se colgaron
de museos y conciertos,
fue tanto lo que pasaron
que ni parece que es cierto.

Y así se fueron los años
con sus sales y sus mieles;
pero llegaron los daños,
se rompieron los papeles.

El amor intenso y loco
se volvió un amor fatal,
dos extraños, poco a poco,
cada cual con cada cual.

El calor de la costumbre
el tiempo lo congeló.
La ceniza de su lumbre
nunca jamás se encendió.