Estáncame el ardor del beso
en tu primera boca de verano,
en tus huesos y copas fémures.
¿Cuál adherida, qué soliloquios
y racimos de borde primaveral no eres?
Tú suspiras en cartas heráldicas
un viático lejano de comparsas
y esperas una querencia
frente a una paz dibujada.
¿Has visto el pecho de las arenas
y entre la playa tus noches más húmedas?
¡Que corrientes las olas de la proa!,
¡qué próceres sin cuaresmas!
Y tú, una angustia herida de la almohada,
y tú, un grito aleteado hacia la querencia.
¿Cómo era enero en tus ojos?