¡Aléjate de mí, tú y tu torpeza
que lastima, que hiere y que tortura!
Quiero olvidar las crueles amarguras
que me despedazaron la cabeza.
Aleja de mis ojos tu mirada
que tantas veces me brindó consuelo.
No quiero recordar esos dos cielos
que hoy sólo son memoria, que son nada.
Aleja tus inútiles sentencias,
la cruel condena de tus injusticias,
y llévate el placer de tus caricias
que prefiero vivir sin tu presencia.
Aleja de una vez de mis oídos
tu voz medicinal que allí resuena.
No quiero oír tus cantos de sirena
pues lo que pudo ser, al fin, no ha sido.
Aleja tus errores persistentes,
tus decisiones siempre equivocadas,
y tus promesas nunca respetadas,
y tus vacilaciones incoherentes.
Aleja tu silueta de mi cuarto.
Consuma ya tu eterno amago de irte.
Aléjate, y no olvides de mentirte,
que de mentirme ya me tienes harto.
Aléjate. No cargo ya tu yugo.
No puedo soportar más tu maltrato.
Y como siempre, teje tu relato
donde invariablemente soy verdugo.
Aléjate. No soy tu prisionero.
Necesito sacarte de mi vida.
Necesito aprender cómo se olvida.
Necesito olvidarme que te quiero.