Desde la altura apical de mi existencia
sin sorpresa alguna trepidando en mi rutina
veía el camino estéril de mi vida
desvanecerse en velados horizontes.
Anhelaba que algún suspiro me besara
con el índigo color de mi recuerdo
pero sólo recibía ese desprecio rancio
que llegaba de mi propio ser.
Y pasaban las horas y yo sentado bajo el roble
divisaba los recodos del camino
tan extraños y tan impersonales
que se hacía necesario ser del aire y volar
para despojarse del desprecio propio
y dar algún brillo al haber sido.
Y fue sorpresa advertir que lo buscado
rondaba en la intimidad de cercanías
y bastaba abrir los ojos para ver contentos
que alborozados me abrazaban
en mi propio templo interior, nunca horadado,
capullo virginal en mi engendrado.
De mi libro “De trazos del borrador”. 2017 ISBN 978-987-4004-51-2