Y llegó sin querer,
sin avisar,
sin llamar.
Y mi puerta abrí
y estaba ahí.
Tendió su mano
y, sin saberlo,
acarició mi alma...
Y sentí calma.
Y la acogí
entre mis manos,
como a un gorrión,
con el corazón.
Y volví a la vida,
a reír, a sentir.
Y mi corazón a latir
porque es feliz.
Germen de Poeta, II.MMXVIII