Veo a través de tus pupilas,
mis ojos vidriosos te observan,
la vida que me queda la mutilas,
y mi cuerpo tiembla,
esperando las palabras que tus labios conservan.
Seguro que sí, me salvaste,
petrificada por mi soledad y mis miedos.
En tus pieles me alojaste,
pero ahora desaparezco,
y tu rostro se resbala entre mis dedos.
Veo a través de ti.
Los berridos y las lágrimas,
las manos entrelazadas entre sí,
ahora desvanecidas,
perdidas y solitarias ánimas.
Me salvaste... de la muerte, de la vida,
de seguir oculta, aterrada en un rincón.
El que no me suelta, quien me cuida,
se marcha en madrugada, y yo lo veo,
a través de sus pupilas, mecida en el balcón.
Y quien antes unió las piezas,
vuelve a derrumbarme.
Sin respiración rezas,
como solías hacerlo antes,
pero en verdad espero esta vez
que la marea llegue a ahogarme.
Veo a través de tus cuencas
y se lo inevitable, lo que tú aún ni sabes.
Me arrancas de raíz, arrebatando pencas,
y evoco el pasado aplastante,
cuando incluso en el viento resonaban notas graves.
Sin importar tu cobardía, te quiero cerca,
porque me vuelvo lejana e invisible.
Lo sé, soy difícil, extraña, terca,
pero sin ti incluso mi cuerpo se vuelve intangible.
Te veo una noche antes de partir,
a través de tus ojos y los míos.
Es en este momento donde quiero morir,
y me aferro a todo lo que puedo.
hasta amanecer, sin alguien a mi lado,
con los dedos de las manos fríos.