Ahora, tan solo se me ocurre,
en llamarle tiempo a esos ojos tuyos que se alejan.
Que ya se apagan como la ultima vela de una galaxia.
El trino del trueno
y el canto de la lluvia te pertenecen ahora.
Como así también,
la osadía de poder borrar todos los paisajes
como solías borrarme todas las tristezas.
No sé si todo el centro de la tierra te estará abrazando.
No sé si el mar te aguarda
o si la llanura no dejará nunca que te vayas.
No sé qué decidirá el maizal:
si repoblarse con con tu recuerdo
o se irá contigo con un surco en cada brazo.
Pero sé que te espera,
la infinita certeza de no haber resistido en vano
tanto viaje
ni tanta presencia, aferrada siempre,
al aura de tus pasos.
El hombre que me habita será mas liviano ahora.
Ahora que reposas sobre el milagro de otro tiempo.
No podrá nunca contra mi pecho
la espada de tu ausencia:
te buscaré en cada rectángulo
por donde pase la luna.