“El amor, aun siendo guerrero por demás,/ gladiador que a la esperanza se aferra,/ prefirió morir esperando tu paz,/ por no entender tu guerra”.
No lo digas, yo no lo diré tampoco;
fue una locura, dime que estoy loco
y yo también diré que eres demente.
De dos orates nada bueno sale ¿no?
La nuestra es historia que se escribió,
aunque de ese final nada sepa la gente.
Que sea sólo el silencio el que hable,
se encuentra entre ambos un culpable,
ambos tenemos culpa de todo lo vivido.
Culpa de que ahora haya tanto dolor,
que todo lo que antes nos supo a amor,
ahora a los dos nos sepa tanto a olvido.
No me digas lo siento, no pidas perdón,
yo tampoco aprovecharé la ocasión
para decirte que te amo todavía…
Recuerda que soy loco, es nuestro pacto;
mantengamos el silencio como está, intacto;
de aceptar nuestra locura ha llegado el día.
No digas que tienes ahora ganas de llorar,
ni me digas que tal vez un día podrías regresar
ni yo diré tampoco que saldría a esperarte.
Tenemos lo necesario, nada pierdo, nada pierdes;
tienes cordura suficiente para que no me recuerdes
y yo la locura requerida para olvidarte.
No digas que todo fue muy especial para ti,
yo no lo diré aunque sepas que es así
ni voy a pedirte que como amigos quedemos.
Una amistad luego de lo vivido la interpreto
hacia el amor como una falta de respeto
y ese permiso ni tú ni yo lo tenemos.
Es algo tarde ahora para que digamos
y luego de decirlo quizá nos arrepintamos
y callados hubiésemos preferido quedarnos.
Son jugarretas muy tristes del destino
levantar tantos obstáculos en el camino
que ya no nos permiten amarnos.
Si todo se acabó, simplemente vámonos y ya,
nada digas, ni yo, será el tiempo el que dirá
por qué tantas cosas entre nosotros sucedieron.
De nuestro amor mucho se ha de escribir,
por qué vivió con tanto que se pudo decir
y murió al final, por cosas que no se dijeron.
Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
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