Fui ganador en el juego
y desprecié el dulce amor
que me solían ofrecer,
amor del bueno y del otro.
Fui mimado, querido y engreído,
a la vez soberbio y altanero.
De todas fui fiel amigo,
más con ninguna tuve compromiso,
ni llegue a novio o prometido.
Conocí mujeres voluptuosas,
aventureras, seductoras,
sofisticadas, divertidas,
desinhibidas y espontáneas …
pero muy atractivas.
Más todo fue orgullo vano,
todo era material, nada quedaba adentro,
un corazón sin razón y un espíritu vacío.
Hasta que te conocí.
Mi última batalla contigo la perdí.
fuiste mi derrota final,
de esa vida informal.
Con contigo conocí el amor verdadero
me enamore de tus encantos, poco a poco,
de sus sonrientes ojos … ah, como me encantan.
De tus cejas partidas que enmarcan
alegremente su bello rostro,
tu sonrisa y tu coquetería femenina,
tus sutilezas destrozaron mi resistencia,
terminé derrotado, dulcemente abatido y enamorado.
Pero jugaste conmigo y me gustaba tu juego
y llegue a suplicar y rogar por un poco de amor.
soy un sentimental prisionero,
pagando condenas con siglos de castigo,
Puedo postrárme ante ti arrodillado,
solicitando o suplicando una mirada tuya,
o tu amor aunque sea de a pocos.
Adoro tu desprecio, ¿la verdad?
no me siento humillado.
Reconozco en ti, tu poder fascinante.
Eres mi reina … mi reina de corazones.
Antonio Encinas carranza
D. R.