El silencio está lleno de tus ruidos, escucho tu palpitar y tu respirar.
Tu calor es un bajo constante, parece zumbido de abeja reina.
Tu luz tenue, amena el compás,
Se acelera cuando las nubes pasan.
Un coro de silbidos desconocidos, Acompaña a las voces de los autos,
El ir y venir de las ruedas sobre el pavimento se convierte en la orquesta de la ciudad.
De mi ciudad.
Siempre la voz de un niño de fondo, pintando todo de color dulce,
Ese es el color de la tarde cuando confunde diciéndote “es domingo” cuando es martes.
Todo se armoniza con el caos de la ciudad;
Los gritos de oro que marcan la zona,
Una moto, uno que otro freno desgastado y las cornetas de los buces,
Todo esto orquestado por el sol
Que palpita dirigiendo esta orquestación.