Yo le cerré sus ojos; yo Le crucé las manitas sobre su pecho hierto; comprimidos
sus labios por la postrer respiración; yo arregle con cuidado su helada frente con sus cabellos enrizados sobre sus hombros y después encerrado en la sombra tenue del aquel aposento, me contemplé a mi mismo, vivo el dolor, pero la dicha ha muerto.
Porque ella era mi vida, mi luz, mi y mi alegría, motor de mi vida relicario gentil de mis sueños. Cuando en mi frente lánguida sentía la presión cariñosa de sus dedos; cuando ella me miraba con esos ojos dulces y serenos, de angélica expresión me parecía que se me entraba al corazón el cielo.
Luego yo la conduje, pasó a paso, al lejano cementerio, y al ponerla en el nicho para dormir su sueño postrimero, lejos de cuanto amaba, en tierra extraña bajo extraño cielo, sentí que sorda mente se me arrancaba el corazón del pecho.
Sigue mi pena por el ser perdido, con mi corazón solo y
abatido por tu ausencia de de ti mi bien amada, con la esperanza de que un día nos encontremos en la eternidad de nuevo unidos en celestial morada,donde escuchemos juntos las trompetas de los Ángeles festejando la llegada.
L.B.