Episodio 1 : https://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-486031
A Texi, que ya es una de las protagonistas de este relato
El episodio que les voy a contar ocurrió en el trayecto que va desde Rodríguez hasta Luján. Pese a ser un tramo bastante largo –casi la mitad del viaje– se hace por una ruta sin ninguna iluminación ni ninguna población, es campo de los dos lados, por lo menos así era en esa época, no sé como será ahora, y generalmente es un tramo que se hace de noche. Si te toca una noche cerrada como nos tocó a nosotros, lo único que se ve es el resplandor de la ciudad en el fondo, y las luces de los cigarrillos en la ruta, toda una experiencia la de peregrinar a oscuras. A pesar de las incomodidades que les dije, el tramo es lo suficientemente largo como para que tengas que hacer una o dos paradas para descansar, sobre todo porque ya venís muy jugado y ya estás por llegar.
Ya habíamos hecho más de la mitad de este tramo, y queríamos parar a descansar, pero no encontrábamos ningún punto de referencia para parar. En esas condiciones necesitás un punto de referencia para avisarle a los demás, pegás unos gritos “¡Parroquia Stella Maris! ¡Paramos ahí!” porque si no se pierden todos.
Por ahí apareció a unos cincuenta metros de la ruta, a la derecha del camino, un olivo solitario, y aprovechamos ese árbol, aunque era medio lejos.
Caminamos los cincuenta metros y nos tiramos en el pasto con las patas abiertas para que se reconstituya la circulación de la sangre, todos menos el Wato que se quedó parado con la espalda apoyada contra el árbol y fumando un cigarrillo.
Desde donde estaba yo podía ver la silueta del Wato recortada sobre el resplandor del fondo. El tenía el pelo largo, lacio, y una barbita nazarena, y como yo lo veía de perfil, la nariz, un perfil incuestionablemente semita. Parecía como Jesucristo fumando, y a mí me pareció adecuado que un judío converso como él se pareciera a Jesucristo.
Decía: “Estuve pensando en lo que hablamos la vez pasada. Y me parece lógico que las almas pasen una o muchas vidas en el samsara hasta alcanzar la perfección, y después pasen a formar parte de la unidad de Dios. También me parece razonable que el crecimiento demográfico y la merma por las almas que alcanzan el nirvana hagan necesario que un número creciente de almas nuevas que son como células de Dios, bajen al mundo para encarnar en los chicos por nacer. Todo esto es lógico y razonable, pero hay una contradicción. Si las almas nuevas están recién bajadas de Dios, si acaban de desprenderse de El, ¿por qué necesitan purificarse en el samsara? ¿no es esperable que las almas recién venidas de Dios sean ya perfectas? Entonces pensé que las almas nuevas no son cualquier célula de Dios, sino ciertas células, más precisamente células enfermas. Y que Dios creó el Universo porque estaba enfermo, y necesitaba curarse, y este Universo no es más que un lugar donde se filtren las células enfermas, se curen, y puedan volver ya purificadas a formar parte de El. Y como el número de almas que bajan es siempre creciente, aumenta en lugar de disminuir, creo que Dios no se está curando, por el contrario, está cada vez peor y pronto se va a morir...”
“¿Vos decís que el Universo es como un hígado artificial?”, le dije.
“¡Si, claro!, como un hígado… pero tal vez no artificial. Tal vez lo que dije está mal, y el Universo es el hígado de Dios, y nosotros somos sus células sanguíneas. Tal vez después de filtrarse en una o varias vidas, ya limpias, volvemos al torrente sanguíneo de Dios para recorrerlo y limpiar sus impurezas. Tal vez después de esta vida venga otra, en otro universo, pero al revés, un samsara que comenzamos perfectos y en el que nos vamos corrompiendo poco a poco, mientras absorbemos las inmundicias de Dios, hasta llegar a un grado de vileza tal que haga necesario que regresemos a este universo para purificarnos otra vez y volver a empezar. Me imagino que Dios es un chico en crecimiento, tal vez en gestación, ¡por eso el universo se expande!, y por eso también el número de células sanguíneas es cada vez mayor.
“¡Quién quiere ser el personal de limpieza de Dios! No yo. Al final, Dios es un individuo, rodeado seguramente por una multitud de individuos como El, un ser como nosotros, sólo que más evolucionado, tan evolucionado respecto de los humanos como los humanos respecto de una bacteria”
“–Más bien tan evolucionado respecto de los humanos como los humanos respecto de una molécula inorgánica” –dijo una voz atrás mío.
Me volví para ver quién decía esto, y vi un grupo de unos doce o quince pibes de nuestra edad o un poco más grandes que se había juntado atrás nuestro para escuchar al Gato.
Pude verlos distintamente, a pesar de estar tan oscuro, y me llamó la atención que todos estuvieran vestidos de blanco, y además no estaban sentados como cualquier peregrino que se tira a descansar, sino en cuclillas y con las rodillas juntas, una posición muy forzada.
Como obedeciendo a una orden silenciosa, todos se levantaron a la vez, rodearon el grupo y se acercaron al Gato. Lo tomaron de los codos y se lo llevaron sin que opusiera la menor resistencia. Fue la última vez que lo vi, nunca más volví a saber nada de él.
Miré a mi alrededor. Mis compañeros dormían profundamente, y yo también me sentía como en una especie de ensueño. De pronto alguien se levantó, dijo “¡Vamos, che, a levantarse que hay que seguir!”, nos levantamos todos, caminamos hasta la ruta, seguimos peregrinando a Luján. Al cabo de dos horas o un poco más entrábamos a la Basílica.
Pero nadie se percató que faltaba uno en el grupo, nadie preguntó qué había pasado con el Gato, nadie notó nada anormal. Y, de hecho, desde esa noche, nadie que lo haya conocido conservó en su memoria el más mínimo recuerdo de la existencia de ese judío que se había hecho cristiano, Raúl Meyer, el Gato.
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Yo creo que esa noche el Gato vislumbró una verdad peligrosa y prohibida, una verdad cuya difusión pondría en peligro la existencia misma del universo. Porque de ser verdad lo que el Gato decía, y yo a veces creo que es así, ¿quién querría ser una célula sanguínea de Dios? ¿Quién querría alcanzar la santidad, esa lejana meta cuyo camino es tan difícil y tan duro, para renacer y corromperse otra vez en otra vida, y así eternamente? “¿Quién querría llevar tan dura carga, gemir y fatigarse bajo el peso de una vida afanosa?”, por citar otra vez a Shakespeare. Si mi destino es corromperme, me corrompo ahora que es más fácil y divertido, creo que dijo el Gato esa misma noche. ¿Y qué pasa con un cuerpo que no pueda filtrar su sangre? Inexorablemente muere, y si muere un cuerpo mueren sus órganos.
Pero todo organismo tiene sus propios anticuerpos, y eso es lo que creo que eran esos pibes de blanco que lo vinieron a buscar. Por eso se lo llevaron, y por eso además borraron de la memoria de todos los que lo conocieron el más mínimo recuerdo de él.
Desde la noche de su desaparición, muchas veces escuché que alguien decía una frase del Gato, pero decía que la había dicho alguien más, y todos le creían.
Yo mismo, más de una vez, hice referencia a él, diciendo ¿se acuerdan de aquél pibe que era judío y se convirtió al cristianismo, Raúl Meyer, y me decían, y me aseguraban que yo había dicho “el pibe uruguayo”, o “el turquito”, o “el cordobés”, y el recuerdo se les confundía en la cabeza en el curso de una misma conversación.
Finalmente, me di por vencido y no lo nombré más.
Ahora, la pregunta es: ¿por qué yo lo recuerdo? ¿por qué no lo pudieron borrar de mi memoria? Porque yo tengo un recuerdo muy vívido de él, tocando la trompeta, que era el único instrumento que sabía tocar, en la misa.
En los veintipico de años que pasaron desde la noche de su desaparición, he tenido tiempo de edificar una respuesta a esa pregunta.
Me parece que el peligro no está en conocer la verdad, sino en difundirla. Y, conociéndolo como lo conocía, estoy seguro que el Gato estaba esperando la primera oportunidad posible para contar lo que acababa de descubrir.
En cambio, yo nunca le referí a nadie ni una sola de estas verdades o estas teorías que el Gato descubrió y me trasmitió esa noche. Nunca le dije nada a nadie.
¡Nunca! Ni una sola palabra.
Hasta esta noche...
F I N
Rafael
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