Jamás es lo que dije una vez.
Una vez…
cuando cegada por aquella tela nocturna
rendí mis rodillas y al mar pregunté:
“-Algún día te encontraré?”
Al agua mis esperanzas arrojé;
A un barco lejano, andando
por la sombra de un cielo desalumbrado,
fueron llevadas en la cúspide de una ola rebelde,
que no traviesa un mar vivo y turbulento,
si no roza la piedra, Obsidiana,
que traga mis deseos; muerta en el lamento.
Fue así que el mar perdió
el reclamo hecho en la orilla de una larga espera,
que esa noche fue interrumpida por
Pasos…Pasos…
Pasos lejanos, andantes
de botas hundidas en la arena.
Miré al mar, y tus pasos se acercaban,
Con el viento mi rostro acariciabas,
Secando gotas saladas, cayentes
que se unieron al agua; ahogándome
en la memoria de tu mirada.
Sí…
Soñé ver tu rostro salado, lo vi entre las sombras;
Bailé con ellas, pintamos sobre el agua
El barco que te robó de mis brazos;
Que te arrastró, te perdió,
lejos del seno de la tierra.
Seguí ese sueño entre las olas
Que intentaron llevarte de nuevo
Hasta el horizonte y esconderte en sus tinieblas.
Dejé arrastrar mi cuerpo por aquella piedra fría;
y al fin desperté bajo un sol ardiente
que cubre una playa resplandeciente
donde finalmente regresas y contestas:
“Jamás te perderé en la noche eterna.”