Con tu astucia proverbial de zorra
pones punto final al alfabeto
y zarpas por el mar donde navegan
tantas letras que amantes te preceden,
hacia puertos inciertos y lejanos
del escaso caletre de los hombres.
Tu jarcia es la zambomba, el zafarrancho,
la zalagarda, la zambra, el zamarreo,
la zarzuela, el zarpazo, la zampoña,
el zafiro, el zeppelín, el zapateo,
el zurriago, el zodíaco, el zigurat,
el zumbador, el zorzal y el zurubí.
Te aposentas en el trono junto a Zeus
que contempla receloso tu llegada,
al ver la realidad de tus valores
frente a tantos humanos tartajosos
que no saben pronunciarte bien.
En los centros de magia simbolizas
el agua y la miel como perfume;
en demonología Zaafiel, agente doble,
que trabaja como ángel destructor
al servicio de Dios y Satanás,
enviado también de las alturas
como gran maltratador de los proscritos,
de acuerdo con los textos más oscuros
legados por mitólogos de Arabia.
Te ven brujos, que todo lo suponen,
como firme habitante de Zabern
una de las tres partes de Hungría
donde se hacen famosos aquelarres,
igual que en Kopastetó y Vaspaku,
nombres éstos de rústicas grafías.
Ya curado de tanto relumbrón
paso a dar el adiós definitivo,
a ti y a las demás bellezas
de este bello alfabeto milenario.
Gracias a todas por estar conmigo
en estos versos opacos y zahareños
conque quise rendirles homenaje
como reinas absolutas del idioma,
a quienes debo mi poético talante.