Apegado con fuerza al desarraigo
neutralizo el desvarío propenso
a esquivar un latido tan intenso.
Para no enturbiar la inocencia traigo
ofrendas sencillas por las que caigo
no tan resplandeciente como denso,
cada vez que concluye el juego pienso
en permanecer donde me distraigo.
Pierdo a propósito el reloj de arena
obstinado en ralentizar las horas.
Venzo al enemigo que se te acerca
enarbolando cantos de sirena,
doy el esquinazo sin demora
al hastío de la distancia terca.