-¿Qué queda, madre, en este mundo? -Nada
que merezca la pena ser salvado...
-¿Nada? ¿Dónde quedó la madrugada?
-El día más triste la ha devorado.
-¿Me estoy muriendo, madre? -sonrojada
aparta la vista del niño ajado-
¿de verdad? -Duerme, flor de la alborada,
que lo que te hiere a mí me ha matado
antes que a ti-. Y el niño, ante la suerte
del porvenir mira hacia el blanco techo,
cierra los ojos esperando Verte.
-Hijo mío, pan herido, maltrecho,
¿Quién te ha llevado?-. Se acerca la muerte
Y extiende su fría mano hacia el lecho.