Temo nunca olvidarte,
cualquier pensamiento te trae como una borrasca.
Recorro caminos llenos de tus gestos y tus sonrisas;
busco el peso de tu cuerpo reposado en la media noche,
ligero de todo, cobijado por la tranquilidad.
Recuerdo tu rostro dormitado,
tu prolongada impavidez al dormir
y la entereza con que tus manos estremecían mi corazón.
Divago por los lugares nuestros;
espacios místicos que aún conservan el olor de nuestros cuerpos
y los excesos del amor que no podíamos contener.
Mario Dager