Con prontitud relampagueante
irrumpe el entristecido espacio
hasta posarse junto a mí
a la orilla del duro éter
donde espero completamente solo
vacío de todo.
Pero cuando dejo de estar solo
le arrebato mi íngrima presencia
a su arropante y tibio consuelo
dejándola en la ausencia extrema
completamente sola.
Es entonces que con remordimiento estéril
reprocho mi mezquina deserción
¿Qué será de mi soledad
cuando no estoy solo?
¿Quien acompañará la soledad
de mi propia soledad?
¡Qué frio es el aliento
de la noche que pernocta
en la más desértica penumbra
sobre las vísceras de la soledad!