La piedra que rueda pendiente abajo
No hace más que su camino.
La pendiente la guía, la retuerce,
La enfrenta impasible a las posibilidades.
Hay algo de piedra en este crearnos, pulirnos, desgastarnos
Juntos o separados por la pendiente del amor,
Aunque la gravedad nos advierta un fondo, -¡siempre abajo!-
Y la gravedad sea irremediablemente
El pensamiento más natural del final de nosotros,
Del final ineludible del amor,
Al paso que vamos chocándonos (y nos duelen)
Las cosas que interfieren nuestro camino
Y eso las hace obstáculos, eventos y muescas
Que nos juntan o separan, que nos sueltan o nos retienen,
Combando nuestro propio destino de seguir girando,
Dejando nuestro propio rastro de creyentes en el desierto.
Vistas así las cosas,
Quizás no haya culpas, muchacho,
En estos vaivenes que nos arrojan, que nos interceptan,
Que nos reducen giro a giro, día a día
Al polvo y movimiento que somos.
Hasta que demos contra el fondo de las formas
Donde la gravedad sea algo cuestionable,
Y, de pronto, el amor se vuelve la piedra
Y nosotros -juntos o separados-
La pendiente que lo guía, lo retuerce
Y lo enfrenta impasible a sus posibilidades.