A ti te concedo todo,
desde la dicha de amarme,
de tocar por donde quieras
despacito y con pujanza,
de olvidarme por raticos,
de maltratarme en palabra,
de golpearme con el codo
o también de despreciarme.
Más te aconsejo querida
que si piensas algún día
en acabar con mi vida,
por celos o desconfianza,
piensa muy bien en la herida
que te puedo propinar
que aunque todo te concedo,
si te vienes en mi contra
con pistola o con torpedo,
la victima podría ser otra.