No puedo no arrodillarme de gozo.
Tu presencia es altar que amarillea.
Tus mejillas son pomas que rojean
cual astro que se acampana rijoso.
Rozagante de luna es tu semblante.
Nido de sierpe que muerde manzana.
Retrato de reina que eternidad rebana
cual pan ácimo que persiste constante.
Lamento tu desdicha por mi partida.
Las bravas huestes del rey me reclaman.
El infiel llama a las puertas de este burgo
que tiembla ante la inminente porfía.
¡Aquí debo dejarte, señora mía!
La obligación desaira mi deseo de tenerte.
Mi caballo impaciente espera.
La gualdrapa ya cae desde sus ancas.
La muerte aguarda en el campo de batalla.