Un papa sin aires de cardenal
ha hecho reformas en el vaticano,
redecorando con su propia mano
el castillo de la doble moral.
Ha retirado el oro del altar
y en su lugar ha plantado un manzano
para alimentar a su pobre hermano
con el fruto prohibido de Eva y Adán.
Remendada sotana que se arrastra
por el lujo barriendo el despilfarro.
Santísimo con los pies en el suelo
que predica con el ejemplo y castra
de raíz egoísmos sin desgarro.
Abnegación envuelta en un pañuelo.