Hay una viola canturrera
cosechando eternidades,
desnuda de vanidades;
no lo digo a la carrera
como loca aventurera,
si no con toa’ mesura;
el cucharon se me apura,
así que a paso de buey
de la prudencia la ley,
hablaré de una flor pura.
Violeta le puso el cielo
y Carmen la patroncita
Parra por su ño’ taitita
Sandoval por su desvelo,
su nido, luz y consuelo.
Allá en san Fabián de Alico
entre boldos y maticos
jugando a pata pelada
con sus trencitas aladas
creció como un abanico.
Pal norte y sur mi zorzal
te llevaron los caminos
y te llenaste de trinos
como canto de maizal,
de trigo, río, de arrozal.
Violeta agraria, artesana,
de la tonada la hermana,
hilandera, tejedora,
de las penas la cantora,
lucero de la mañana.
En las venas de la greda
tu galope de guitarra,
el búcaro de tu parra
como un sol de rosaledas
aún acarician sus sedas.
Madre de las arpilleras,
de la menta compañera,
amasandera de cuecas,
bailarina de las ruecas,
palomita mansa y fiera.
Como no amarte Violeta
y dar gracias a la vida,
si de todas tus heridas
floreció solo la veta
del folclor como cometa;
libre, santa, sin cadenas,
dulces versos de colmenas.
Cuánto sudor y trabajo
curvada pelando el ajo
sacando oro de la arena.
Cuando la lluvia sureña
tañe su llanto en el campo
y el copihue como un lampo
da campanadas risueñas
sobre el humo de la leña;
algo galopa en el viento,
algo de amor y lamento
en la sangre americana;
tu voz, tu canto besana,
cereal de sentimientos.
Alejandrina.