Ya la tarde moribunda
ve extenderse la penumbra,
y al sol, que apenas alumbra,
relevando está la luna
y en este final del día,
sobrevenida la calma,
todos los poros del alma
transpiran melancolía
y nostalgia, recordando
algunos tiempos mejores,
cuyos complejos sabores
van de nuevo conformando
el cóctel de la añoranza
que, si con gusto se empieza,
cierto regusto a tristeza,
puede dejar, sin tardanza,
porque ese cóctel temible
tiene toques de amargura,
por sobre aquella dulzura
del pasado irrepetible;
y así vanse entremezclando
alegrías, sinsabores,
dulces y amargos licores,
causantes, de vez en cuando,
de lágrimas de amargura
al recordar, doloridos,
ciertos amores perdidos
que arrasaron la cordura;
por eso, al final del día,
no es raro ver en las gentes
claros rictus elocuentes
de aguda melancolía.
© Xabier Abando, 21/03/2017