David Arthur

En un abrazo eterno dormirémos

 

 

Injusto es, que te debo decir adiós,

atrapado en esta telaraña nefasta,

siendo mi amor para ti incesante,

cual un valeroso Tristán y su princesa Isolda,

mi tierna doncella de la Rosa Roja,

la suerte nos ha privado de nuestro propósito,

tan diestramente en sábanas de seda tejido

 

No era ningún fanfarrón,

mi corazón tan profundo entrelazado

en las pestañas de tus lagos de encanto,

que rodean tus iris de dulces promesas,

reflejando un lustre como solamente

las estrellas hacen,

que bendición concedaban

 

Bajo la fragancia de la Rosa Blanca nací,

disfrutando diez y siete veranos de paz,

y hoy me encuentro en las tinieblas

de un calabozo, ocultando mis lágrimas;

al llegar el alba  con sangre salpicado estaré,

el hacha de Lancanster ninguna misericordia muestra,

cuando el condenado sea un heredero de York,

y una corona de un rey sea las laureles

 

Nuestras rosas no fueron destinadas juntos a florar,

pero el día vendrá, cuando jardines de rosas           

de múltiples colores en paz  florecerán, mientras

el polvo del tiempo nuestros huesos cubre,

y ninguna barrera nuestras almas separa,

ya que en un abrazo eterno dormirémos

 

David Arthur

 

Para Edmund Plantagenet, Earl of Rutland 1443-1460