Turbia la mirada.
Quedó en trance.
Solícito el semblante.
El rictus congelado.
Vítreo gesto labrado.
En un tronco de roble.
Con las manos atadas.
Los dedos retorcidos,
como varas de olivo.
Sarmientos prisioneros.
Maniatados sentidos.
Presos de las caricias,
que antaño han repartido.
Vibra la ronca voz.
Como la grave nota,
de una cuerda que habla.
Dos diapasones juntos,
buscando una palabra.
El ronquido profundo,
que vomita la lava.
Rompe la noche el rayo,
con su fiera mirada.
Predicciones ocultas,
de nuevas arribadas.
Aquel sonoro estruendo,
del trueno que nos calla.
Negra la noche oscura.
Como negra la fama.
Convertida en regalos,
de dudosa calaña.
Oscura como el templo,
de satánicas almas.
Vidriosas realidades,
que adornan la fachada.
Tiempo al Tiempo dio,
una tregua amañada.
Un espacio tan fatuo,
que no sirve de nada.
Mensajeros del tiempo.
Con promesas de vaina.
En el éter flotando,
como plumas sin alma.
El verso fue rodando.
Sobre la voz callada.
Recogiendo fragmentos,
de la esencia que baila.
Elaborando sueños.
Como pequeñas joyas,
en la letra engarzadas.
Soportando la esgrima,
de sus mismas palabras.
En lo profundo sufre.
Más cuando sale canta.
Cuando del cuerpo sale,
como una parte extraña.
La verdad no se rompre.
Aunque venga el mañana.
A. L.
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