Otrora sano recinto
de peces, por hoy, extintos,
los pocos que sobreviven
son los que el poema escriben.
Qué . . ., ¿no oyen llorar al lago?,
¿a las olas que se quejan?,
¿se merece tan mal pago?,
¿de su amor por que se alejan?
¡Viento y montañas, testigos!,
¿quieren del cielo castigos?,
¡pobre la naturaleza!,
¿por qué a nadie le interesa?
¿El lodo de sus entrañas
hoy les corre por las venas?,
¿no recuerdan sus hazañas?,
¿no ven cómo hace señas?
Agónico se lamenta,
¿qué, su alma no escarmienta?,
hay que recapacitar
“japhonda” merece altar.
Sobre el lago poco llueve
no hay nube que lo consuele,
global contaminación
desgracia de mi Nación.
¿Qué fue de aguas cristalinas
que, del sol, fueron vitrinas?,
¿dónde está el líquido dulce,
no hay manantial que lo impulse?
¿Qué pasó con el Achoque?,
¿qué no es justo este reproche?,
¿qué decir de la sardina
que tenía tan fina espina?
Recordemos al pez tiro
y a Kurucha Urápiti,
lo digo con un suspiro,
¿qué solución hay aquí?
¿Dónde andarán esos patos
que anidaban en los juncos?,
¿sintieron tan malos tratos
y vieron sus sueños truncos.
Que se fueron a otros lares
a fincar nuevos hogares?;
y, no hablemos de otras aves,
hay implicaciones graves.
Que ese lirio, plaga infame,
su maldad ya no derrame,
pobre flora, tul, chuspata,
¿no será lo que los mata?
El gran puño de Morelos
ya no se alza vencedor,
enfangados sus anhelos
se declara perdedor.
Ecológica tragedia
quedará en la enciclopedia,
parece que el ser humano
no quiere a su lago hermano.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Pátzcuaro, Michoacán, México, a 01 de junio del 2012
Dedicado al Profesor y colega, Licenciado en Derecho, Taurino Campos Campos.
Reg. SEP Indautor No. 03-2012-083012362100-14