En el húmedo patio de una villa
a la sombra de un lóbrego manzano,
unos niños moldeaban con la mano
un pedazo de tierra hecho masilla.
Y después embebidos en su arcilla,
amasando sin fin aquel pantano
fabricaron, a esfuerzo sobrehumano
los juguetes que más les maravilla.
El señor de la villa está furioso
iracundo desdeña al laborioso
paquetín de inocentes con un grito,
Uno de ellos, Jesús, el más pequeño
que moldeó pajaritos para el dueño,
a volar los echó hacia el infinito.
Ariello
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