¡Invierno! Puro invierno, crudo y duro,
mas estos huesos míos quieren campo,
no importa que amanezca gris el cielo:
¡lo iré pintando azul ante mis ojos!,
igual que la sonrisa de ese niño,
que charla alegremente con mis nietas.
Es sábado y me esperan ya mis nietas:
¡para ellas madrugar es algo duro!,
mas tienen el espíritu de un niño,
dispuestas como siempre a ver el campo
a través de mis años y sus ojos,
en cada caminata bajo el cielo.
Las formas caprichosas en el cielo,
la nubes, la inventiva de mis nietas,
parecen verdaderas a sus ojos;
seguirlas, en verdad, resulta duro,
a pesar que crecí siendo de campo:
¡pero eso sucedió cuando era niño!
Ni un alma se vislumbra, ni un mal niño;
la tierra calma está: ¡duerme hasta el cielo
en sábanas de escarcha por el campo!
y el frío irreverente entre mis nietas,
colándose inclemente, terco y duro.
¡Un hombre!, lo saludo con los ojos.
Destellan como nuevos, hoy, mis ojos,
diría que tomados de otro niño,
pues por más que el paseo ha sido duro,
aunque oscuro y grisáceo luzca el cielo,
disfrutar de la vida con mis nietas,
ha valido la pena, ver el campo.
¡Vendrá la primavera por el campo,
y su explosión de vida a vuestros ojos!
¡Venid: Andrea, Ariadna!, vamos nietas,
vendremos nuevamente “como el niño”,
cuando el sol blanco y puro pinte el cielo,
otro día festivo, largo y duro .
Hoy me ha llevado el campo a cuando niño,
y he visto en vuestros ojos, nuevo, el cielo…
¿Hasta el sábado nietas? ¡será duro!
Gonzaleja