Yo soy esa rosa deshojada
cortada por la mano del hombre,
la que transita pueblos sin nombre,
sin azar, sin suerte ni almohada.
No me queda ya más que el destino,
echar a volar como un canario
con noches sin luna por calvario
y que nada quede en el camino.
A mi pasar me ladran las calles,
desde la esquina veo las riñas
de inocentes niños y de niñas,
por las fuentes, sus parques, sus ayes.
Que bonitas aquellas ventanas
que reflejan toda la hermosura
de aquellas chicas, con que ternura
pasean solas por mis mañanas.
Yo no tengo amores ni tejado,
solo aquel adiós que me cantó el mar,
y no se si irme, a la vez pensar,
marcharme o quedar aquí sentado.