Oh, pobre niña de vestido roto,
por los huecos se escapa la miseria
y en tus oscuras pupilas se enseria
el fulgor tierno que tiene tu rostro.
Princesa mustia con tus dulces senos,
desaliñados como tu arrabal,
que destiñe tu torso escultural
privándonos de tu perfume ameno.
Más elegante y sensual que una reina,
aunque los peines tus trenzas no peinan
y, tus pies rozados por las madreñas,
no son obstáculo, reina mendiga,
para que pase un doncel y te diga
que con el calor de tu vientre sueña.