Hice de uno de tus besos
un dije de cerezas y lo llevo
goteándome el corazón ,
tiñendo rojiza mi pálida sangre.
Ese beso se vuelve carne,
se hace sangre en cada latir,
como se vuelve río vivo,
el agua suicida de la cascada.
Como se vuelven estrellas
las viajeras nubes en el cielo,
cuando el día cubre su desnudez
con el traslucido ajuar nocturno.
Ese beso... espontáneo relámpago,
es un breve día en mi noche,
desde mi oriente a tu occidente,
desde mi menguante a tu luna llena.
Hice de uno de tus besos,
el arrebol más hermoso,
para colgarlo en el atardecer...
para encarnármelo en el corazón.