He mirado tu cuerpo
mas allá de la frontera de tu piel
he llegado a la Extremadura de tus soles
y me he vuelto por el camino
sinuosos de tus recuerdos vehementes.
Allí donde los codos del mar de tus ojos
llenan los cuencos de agua salobre
y riegan suavemente tus labios
he dejado miel salvaje.
Se que no me es posible atar los cabos
de tus cabellos sueltos al viento
ni detener las mareas de tus olas
que van oscilantes entre tus caderas.
Algunas veces hundo mi azadón
en la tierra virginal de tus senos
que erguidos como elevadas montañas
otean la cuenca de tu vientre
solo para regodearme con el PI
tu ombligo alambicado.
Tal vez sea el último extraño
que llegue a tus parajes
silencioso y taciturno andante.
Buscando la paz silente
iré entrecruzando versos
y líneas imaginarias para tu reino.
No soy de los que miran el mundo
con los ojos de perro azul
ni de los que hacen de su pluma
una bandera de nostalgias.
Prefiero alzarme con el velo de la virgen
y romper los corazones
endurecidos por la piedra del dolor
así la vida es mas justa
conmigo mismo y con los demás.
Deja que ate mi cometa al cinto de tu muñeca
para que vuelen las mariposas de tu vientre.
Ellas vestidas de los mil colores de la luna
revolotean los campos grises de los recuerdos
trayéndome el furtivo aroma de tu almizcle.
No digas que no te enamoraste
que no diste el salto al vació
porque ni el mismo cielo que te vio
yacer bajo el yugo de mi pecho te lo cree.