Bajo el cielo eterno -más eterno sin ella-, existen dos formas de vida, el amor y el aire.
Difieren en mucho por supuesto, pero la primera forma no tiene cuerpo descrito, ni piel ni sitio; brazos, aroma y destellos en el rocío son parte del aire. El mismo que es cambiante en primaveras de amores delicados e incesantes.
Pese a ello, y para advertir; uno es el hombre que cualquier domingo por la tarde el aire le golpea la cara sin anestesiar, robándole de vez en cuando o de cuando en vez, la implacable necesidad de amar.